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Por Emilio Pineda
El tema estuvo presente con mayor intensidad en el último bimestre de 2009. Ahora los diferentes actores sociales y políticos en México buscan la posibilidad de establecer definitivamente la figura legal del matrimonio entre personas del mismo sexo y van más allá: también se plantea que estas parejas puedan adoptar en plenitud de derechos y obligaciones. Finalmente, como en el caso del aborto, estos temas son sumamente polémicos en nuestro país. Y así será durante un largo tiempo, ya que aunque muchas veces afirmamos lo contrario, México es quizás el país más conservador de toda América Latina. No es mi deseo entrar en el tema de discusión que durante décadas ha levantado ámpula y al final de la jornada se queda en la ambigüedad y en la indefinición. No quiero sentarme en el tribunal social y tratar de hacer otro voto en contra o a favor. No, voy hacia otro territorio reflexivo, pero antes, necesito retomar un suceso reciente en los medios de comunicación:
Durante la primera semana laboral de enero de 2010, Esteban Arce, conductor de un programa matutino con un perfil más de entretenimiento que de información, abordó junto con una sexóloga el tema que ya he mencionado. Por supuesto ambos tenían posiciones encontradas y el choque fue inevitable. Si me permites, querido lector, daré una breve opinión del momento: un Esteban Arce en contra del matrimonio de personas del mismo sexo, atrabancado, terco, irrespetuoso de la palabra de su contraparte, con argumentos simplistas y facilones, pero muy gritón y bravucón; por otra parte una sexóloga a favor pero débil en su argumentación, imprecisa en sus afirmaciónes, insegura y temerosa por la actitud del entrevistador. Este momento desató una avalancha de opiniones, sobre todo en redes sociales como Twitter y Facebook, en donde se tachó al conductor de intolerante e inculto. Tal suceso logró que el presidente de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, publicara el nombre que Esteban Arce usa en Twitter para que recibiera los comentarios de los seguidores, que por cierto en pocos minutos se reprodujeron en cientos. Muchos pidieron el despido del conductor.
Sobre la actitud de Esteban Arce sólo quiero rescatar algunos breves elementos: él insistía durante la entrevista que la homosexualidad no era “normal” por ser considerada “antinatural” Cuando la sexóloga se refirió a que algunos animales manifiestan también comportamientos homosexuales él calificó dicha conducta de “demencia animal”. En fin, más calificativos que reflexiones, más indignación y escándalo que una plática coherente. Bueno, no podemos esperar mucho de la emisión, misma que está hecha para hacer reir al público, darle entretenimiento, proporcionarle un poco de información y atosigarlo con publicidad en todo momento. Lo curioso es que el conductor ahora se erige como defensor de los principios y la moral de la sociedad mexicana, enjuicia sin miramientos a todo aquello que contradiga las tradiciones católicas y poco falta para que empiece a predicar cual benévolo pastor. Tal vez olvida los tiempos en que junto con su amigo y co conductor de “El Calabozo” el “burro” Vanrankin, hubo de todo alrededor suyo y no parecía descontento. Es más, hoy todavía se burla de la gente de color, de quien habla mal o de quien tiene algún defecto físico. Usa con maestría el albur y las referencias sexuales en ese tono son abundantes. ¿Entonces mi querido Esteban?
Fuera de esto que acabo de señalar, el comportamiento y forma de pensar de este conductor me tiene sin cuidado. Lo que sí me inquieta es que esta forma de pensar está muy generalizada y aún quienes se dicen más librepensadores pueden caer en contradicciones. Me explico: muchos mexicanos se escandalizan o por lo menos no les cabe en la cabeza esta posibilidad de que parejas de mismo sexo contraigan matrimonio o puedan adoptar niños. Muchas iglesias, desde luego la católica por delante, atacan con la espada flamígera esta posibilidad, ya que se perdería la concepción tradicional que los mexicanos tenemos de la familia: una mamá, un papá y los hijitos. “La sociedad se perdería en principios y valores si damos entrada a estas perversiones de la supuesta modernidad”
Lo que estos defensores de la conformación tradicional de la familia ignoran, o saben pero no admiten. Es que el esquema está perdido desde hace mucho tiempo. Hoy en día existen configuraciones tales como: mamá – hijitos – padre ausente; mamá – padre hipócrita – hijitos – ehhh otros hijitos del mismo papá pero de otra mamá que acabamos de conocer; mamá – hijitos – padre violento; abuelitos – hijitos; sacerdote – ahijada – sobrinos... ehhh o algo así.
Muchos culpan a la modernidad que obliga tanto al padre como a la madre trabajar y por ello la figura tradicional de la familia no logra consolidarse. Lo cierto es que tenemos décadas en las que el hombre mexicano ha ido convirtiéndose en una persona irresponsable y poco comprometida con una relación familiar. Fomentada por el machismo de sus padres (de ambos) el hombre mexicano mide su “hombría” con la posibilidad de serle infiel a su pareja y procreando hijos con otras mujeres. Es muy antiguo el chiste en el que un hombre le pregunta al otro: “¿Bueno, y tú cuántos hijos tienes?” - el otro responde “¿En qué colonia?” Las risas masculinas estallan y no falta quien diga “ay fulanito... ¡eres tremendo!” Sin embargo en cuanto una mujer mexicana logra manifestar su libertad sexual o independencia económica y hasta emocional del hombre, se convierte en una persona peligrosa, digna de desconfianza, y se le atribuye el calificativo que podríamos dar a una “señora que vende ramas”... en el más leve de los casos (se entendió ¿verdad?).
El INEGI en su momento publicó un estudio en el que, en resumen, señala que en 1995 el 31% de los hogares mexicanos no tenía padre, mientras que en 2009, la figura paterna está ausente en el 41% de dichos hogares. Desde luego sería irresponsable generalizar y también debemos tomar en cuenta el efecto migratorio que obliga a los hombres de familia abandonar el hogar para buscar trabajo en las ciudades capitales o en los Estados Unidos. Así es, sin embargo, también existe una altísima tasa de hombres que antes de los 20 años embarazan a sus compañeras de escuela, vecinas o amigas, para después hacerse “responsables” en forma mediocre. Quizás, tras unos pocos años de violencia, pobreza y desempleo, el hombre buscará salir de ese hogar y embarazará a otras mujeres, sin solucionar su problema económico... vaya... sin resolver nada y complicándolo todo. Tanto en estratos de muy escasos recursos económicos, como en sectores de riqueza, es común festejar y premiar al hombre que se relaciona con muchas mujeres, que manifiesta su dominio ejerciendo violencia verba, moral o física sobre su pareja y que ¡ooopps! ... se le “chispotea” un chamaco por ahí. “Ultimadamente usté es vieja y no tengo por qué darle cuentas de nada.
Este fenómeno acarrea algunos otros problemas: Este tipo de hogares en que la figura paterna está ausente o presente con violencia está irremediablemente sostenido económicamente por la mujer. No es extraño escuchar historias, por ejemplo, de la persona que hace el aseo en una casa, en que ella trabaja todos los días y el marido está en casa porque no encuentra trabajo. No sólo eso, la mujer labora limpiando casas, llega a la suya y hace la comida, atiende a los hijos y encima tiene que atender adecuadamente al marido porque así es la tradición. ¿Y él? Entregado al alcohol y a la holgazanería porque “la situación está bien difícil” Como señalaba anteriormente este fenómeno no es privativo sólo de las clases pobres en México. Ocurre en todos los estratos, con diferencia de matices pero finalmente el mismo asunto. Hombres irresponsables y no comprometidos con la familia que formaron, en muchos casos, por accidente. No debemos olvidar tampoco que el número de mujeres infectadas con enfermedades de transmisión sexual, sin haber siquiera salido de su casa, es enorme.
Mientras en el sureste mexicano las leyes se volvieron más rigurosas para con la mujer que aborta (sea cual fuere el motivo), ningún legislador ha reforzado castigo alguno contra el padre violento, abandonador, hostigador, polígamo, explotador de su esposa e hijos. En el Código Civil existen algunas figuras que protegen a la mujer como lo es la pensión alimenticia, sin embargo, se quedan muy cortas. En algunos estados de la República Mexicana hay mujeres en la cárcel por haberse efectuado un aborto mientras que hay hombres golpeadores, narcotraficantes, “polleros”, lenones, que están celebrando felizmente con una cerveza en la mano y recordándose que son “muy hombres” (¿temen olvidarlo?) Las iglesias y los moralistas señalan con dedo acusador a las mujeres inmorales, a los “homosexuales pervertidos”, pero parecen no ver los demás problemas de la sociedad. Finalmente meter a la cárcel a una mujer sin estudios y sin dinero es más fácil que a un delincuente con armas y con poder.
Debemos plantearnos urgentemente el concepto de la hombría mexicana del siglo XXI. El charrito de las películas (de Pedrito Infante por ejemplo) es valiente sólo cuando tiene alcohol en la sangre y un arma en la mano. Sin ambas cosas es estúpido y cobarde. Por eso llora a gritos cuando algo le sale mal. Socialmente es un niño de 8 años, ignorante de muchas cosas pero caprichoso y urgido de satisfacción. Integrar a la esposa y a los hijos en igualdad de condiciones, derechos y obligaciones no es signo de debilidad. Más bien reflejan integridad y evolución social. No sé si es sano que un hijo vea a su madre constantemente violentada por el padre y es perversión que un hijo adoptado esté rodeado de amor por sus padres del mismo sexo. No lo sé. Son imágenes de extremos opuestos pero que finalmente están enlazados y debemos perder el miedo a imaginarlas. No se trata de “normalidad” se trata de dignidad y de evolución. Hay personas homosexuales íntegras, talentosas y hay heterosexuales repugnantes y viles para nuestra sociedad. Desde luego existe el viceversa. No se trata de qué es lo que pasa abajo de la ropa interior sino de lo que ocurre en nuestra mente y en nuestro corazón. ¿Qué México queremos ver?
Lamentablemente todavía nos agredimos con pasión si tenemos diferencias en equipos de futbol, si votamos por un partido político diferente. Todavía somos tribus en muchas de nuestras conductas y parece que nos sentimos cómodos con ello. Si los legisladores y el presidente realmente desean lograr cambios de fondo en nuestro país, deberán trabajar junto con la sociedad en abordar con seriedad y sin miedos o radicalismos muchos temas pendientes. Los mexicanos de a pie también tendremos que aprender a pensar con tolerancia y con pluradidad. Somos los primeros en presumir en el extranjero nuestra “rica diversidad cultural” y somos quienes censuramos la más diminuta diferencia del otro respecto a nuestra forma de pensar. La descomposición social no es culpa sólo de la televisión o los demás medios de comunicación. Esto empieza en casa. Desde la casa de quienes visten calzón de manta y en condiciones muy austeras, hasta en hogares con señores poderosos y esposas copetonas que critican todo. El hombre macho e irresponsable es formado tanto por el padre como por la madre y en eso hay que ver el espejo aunque nos asuste la imagen. Abordemos esos temas por el bien de las presentes y futuras generaciones. Un pueblo bien construido, con dignidad y orgullo genuino, elige mejores gobernantes, toma mejores desiciones y contruye un mejor país. Para lograrlo busquemos en nuestros pricipios, no en nuestros calzones.
Te recomiendo que visites el blog de las “Mamás Solas” en http://mamassolas.blogspot.com
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PD: Un botoncito de muestra: ¿Conoces la preciosa canción yucateca de Ricardo Palmerín titulada “Peregrina”? La versión oficial dice que este autor se enamoró profundamente de una periodista estadounidense que andaba en ese estado del sureste y como consecuencia de ello le hizo esta poética y hermosa composición. La periodista regresó a los Estados Unidos y él se quedó con el corazón destrozado.
Bueno, otra versión señala que el enamorado era en realidad el gobernador del estado de Yucatán de ese tiempo (ustedes averigüen el nombre). Dicho servidor público se quedó impresionado con una periodista estadounidense que cubría su campaña y posteriormente su función pública. En su febril entusiasmo encargó a Ricardo Palmerín la composición de dicha canción, desde luego con la discreción debida. La periodista quedó encantada y estableció una relación con el gobernador. Sin embargo el funcionario fue más allá y, para poder formalizar y manifestar libremente la relación con esta mujer, de inmediato mandó una iniciativa al Congreso Estatal para que se permitiera el divorcio (en Yucatán nadie podía divorciarse, así lo decía la Ley), la hizo aprobarse de inmediato y dio un plazo de 5 días para que entrara en vigor. Finalmente se divorció, fue con los brazos abiertos con la comunicadora quien finalmente decidió no continuar con la relación.
Esta larga postdata pretende mostrar que cuando la Ley puede modificarse, para cumplir los deseos o intereses personales de algún gobernante importante, lo hace en forma rápida y expedita. Cuando el interés tiene pies, todo se puede, sin discusión, sin debate y en forma inmediata. ¿Pasará esto hoy en día? Ya no deben decidir unos pocos el destino de todos.