martes, 16 de enero de 2007

“LA PALABRA RADIAL” NUESTRO IDIOMA

Por Emilio Pineda

El coleccionista de palabras vive en nosotros sin darnos cuenta. Subimos a los transportes, nos exponemos a los medios de comunicación, miramos por un momento los puestos de revistas y así vamos agrandando nuestro repertorio oculto de expresiones. Escuchamos la radio y nos damos cuenta que la lengua, la expresión oral, es la única herramienta de este medio, y gracias a eso precisamente, lo es todo.

La radio, mediante las palabras, nos puede regalar un paisaje, una sensación, una reflexión o nos hace estallar una buena carcajada. Y la gente que hacemos radio de pronto olvidamos la importancia del lenguaje en nuestro medio. En la televisión el impacto radica en la imagen, mientras que en la radio es la idea correctamente expresada con palabras la que puede quedar clara o confusa dependiendo de cómo ejerzamos el oficio.

Nos damos cuenta que un locutor manda saludos a “Clanepancla” o piensa que Atizapán en una delegación del Distrito Federal. Mediante la radio nos enteramos de la Cultura del “Sospechosismo” recién descubierta por un político mexicano; nos deleitamos con los discursos matutinos de un gobernante capitalino que se come las eses (en cambio las heces sólo se las come mi perrito y le pego para corregirlo). Escuchamos a los reporteros viales hablar de “perímetros”, “arterias” “vías primarias” o “inmediaciones” para ayudarnos a librar el “tráfico” (¿o “tránsito”?) de la ciudad. En conferencia de prensa un político habla de “orgías” a la hora de elaborar el presupuesto federal para el 2005, y cuando en tribuna alguien le pregunta qué significa la palabra, simplemente se sonroja y se limita a decir “...creo que todos aquí sabemos lo que significa” (¿era una pudorosa evasiva lingüística o “ventaneaba” a sus compañeros legisladores?). Algún sorprendido locutor no sabe cómo abordar o comentar el nuevo libro del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, y titubea, trata de pasar la bolita a su co conductor sólo porque el libro se titula “Memoria de mis Putas Tristes”.

Políticos “chamaqueados”, “videoescándalos”, un funcionario, quien después de aparecer en un video llenando sus elegantes bolsillos con fajos de billetes, sólo atina a decir “...ofrezco una disculpa al pueblo de México...” (las disculpas se piden pero nunca, ¡nunca!, se ofrecen).

Periodistas radiofónicos que creen que la palabra “pronunciamiento” significa fijar una postura o hacer una declaración oficial a los medios. Reporteros que confunden a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación con Magistrados; que piensan que demanda y denuncia son lo mismo; que creen que plagio y secuestro son sinónimos; que pomposamente dicen “pero sin embargo” sin saber que es una redundancia del tamaño de “subir para arriba”. Y así, poco a poco nos vamos acostumbrando a mal hablar ayudados de una pobreza vergonzante.

Sí, querido lector, imagino que ha llegado a tu mente la idea de que seguramente estoy exagerando, que no es para tanto, que además quien habla en forma muy culta es un verdadero payaso, sangrón a quien nadie (y no “nadien”) le va a entender.

Un antiguo filósofo griego afirmó que “en la forma en que está estructurado nuestro lenguaje es la forma en que está estructurado nuestro pensamiento”. En otras palabras: como hablamos es como pensamos, y es importante reflexionar el modo en que nuestro pensamiento nos hace crecer en la vida, percibir nuestro entorno, convivir con quienes están cerca de nosotros, cimentar nuestra creencias, formar fobias y filias, etcétera. Si un hombre se refiere a las mujeres como “viejas”, quizás ya tenemos una sólida referencia de cómo concibe al sector femenino y qué trato ejerce para con ellas. Muchas veces con sólo poner atención en la forma de hablar de una persona podemos saber si nos está mintiendo, quiere obtener algo de nosotros o si es franca y abierta.

Ahora imaginemos la importancia que tiene el uso del lenguaje en un personaje que tiene el poder de tomar un micrófono y llevar su mensaje a un gran número de personas. Un locutor, conductor, periodista, analista, reportero, tiene el poder de influir de alguna manera en nosotros y en la forma como interpretamos algún acontecimiento o concepto. No en balde son llamados “líderes de opinión”. ¿Se acuerdan cuando nuestros papás o tíos decían “...si lo dijo Jacobo es verdad”?. Si estos líderes de opinión ejercen su trabajo con pobreza de palabras, con pobreza de ideas, estando desinformados, siendo ignorantes con buen “rollo”, pues las consecuencias en quienes les creen a pie juntillas son importantes. Los comunicadores radiofónicos debemos hablar tanto para el que sabe como para el que ignora.

En esta sección, trataremos de reflexionar acerca del uso del lenguaje en la radio. Vamos a hacerlo bajo un enfoque útil y sencillo. No queremos ser eruditos o “tira netas”. Deseamos aportar nuestra pequeña letrita de arena al hermoso medio radiofónico.

Dato Cultural: En el mundo somos más de 450 millones de hispanohablantes; en 21 países el Español es el idioma oficial; nuestra lengua ocupa el tercer lugar de hablantes a nivel mundial y el segundo en los Estados Unidos.

Te recomiendo un libro: “La Tienda de Palabras”. Una excelente novela que mezcla enredos casi policiacos con curiosidades y detalles deliciosos de nuestra lengua. El autor es Jesús Marchamalo. Editorial Siruela (sí, así, con “s” porque es un apellido). Lo puedes conseguir en librerías grandes del país.

Si tienes dudas, reclamos, aportaciones o sugerencias, escríbeme: epiprod@yahoo.com

Como Miente la Delincuencia (Publicado en Sept de 2006)

Por Emilio Pineda

Llegaron finalmente las fiestas patrias y todos los temores sobre cómo serían las celebraciones en la ciudad de México, especialmente el Grito de Independencia y el Desfile Militar, se disiparon. Todavía hoy me pregunto si ha valido la pena tanta tensión sobre cómo se enfrentarían el presidente Fox y el candidato perdedor de las pasadas elecciones presidenciales Andrés Manuel López Obrador; todavía hoy me sorprenden los comentarios de algunos comunicadores que señalaban que el presidente estaba en una actitud terca y provocadora al pretender dar el Grito en el Zócalo del Distrito Federal. ¿Qué acaso no tenía que ser así? ¿La terquedad radica en el presidente, cuando la tradición de décadas ha señalado que él es quien encabeza las fiestas de la Independencia? ¿Dónde está la terquedad y la provocación? ¿En quien por ley reside el Poder Ejecutivo y lleva la titularidad de los actos públicos y de gobierno, o en quien dice ser ganador (sin pruebas) de unas elecciones presidenciales, que ha violentado la ley a su antojo y que ahora ha sido nombrado, democráticamente (por sus cuates), presidente legítimo (sic) de México?

Revisemos brevemente un contexto: para muchos de nosotros es muy natural ver que en las noticias de la televisión, de pronto se da alguna nota que habla de un asalto y que los delincuentes han sido atrapados in-fraganti, o sea, con las manos en la masa. Da indignación ver cómo estos sujetos, en el momento que son enfrentados por el reportero, adoptan una actitud dócil y siempre afirman: “no, pues no sé por qué me agarraron… yo nada más iba pasando… yo tengo mi trabajo… yo a esos ni los conozco… nada más estaba viendo y ‘ora dicen que yo fui…” Para nadie es un secreto que un buen abogado, o sujeto con título y dientes muy afilados, aconseja a sus clientes no aceptar ningún cargo y aferrarse a una mentira: yo no fui, yo no fui, y mil veces yo no fui. A sabiendas que la víctima pasa verdaderas penurias en la denuncia del delito, y queda finalmente expuesta a las represalias del agresor, prefiere en muchos casos no meterse en más líos y declina su derecho a acusar. Estos actos arrojan esa triste cifra de 80, 85 ó 90 por ciento de delitos sin castigo. El delincuente lo sabe, el “abogado” lo sabe y por ello es mejor mentir, fingir que nada tenía que ver con los delitos que se imputan y al mentir, mentir, mentir, las pruebas nunca llegan y el sujeto regresa a las calles.

La mentira ha sido tan efectiva, que ya el multicitado propagandista de Hítler, durante la Segunda Guerra Mundial, apelaba al principio que afirma: “una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en verdad”. Por eso Hítler anunciaba las múltiples victorias del ejército nazi hacia el final de la guerra, porque el pueblo alemán nunca se enteraría de que no les estaba yendo nada bien. ¿Cómo afianzar la mentira? Acercando elementos aparentemente irrefutables. En este caso se presentaba a la sociedad alemana las fotografías de un ejército combatiente y triunfante, aunque no correspondieran a la fecha y al lugar que se le atribuían. Al fin y al cabo nadie iría a averiguar, nadie podría constatar los hechos. Hablando de fotografías ¿has visto, querido lector, las fotos “irrefutables” de OVNIS sobrevolando nuestros cielos, o de fantasmas merodeando nuestras casas y panteones? Lo peor de las mentiras –diría el cantautor español, Joaquín Sabina- es que no parecen mentiras. El delincuente miente de una forma muy convincente, y del mismo modo, de pronto, nos venden medicamentos milagro o hasta modelos de nación milagro.

La mentira debe ir acompañada de un elemento inseparable: el crédulo que tiene fe en lo que se le dice y no se atreve, ni tiene deseos, ni siquiera se le ocurre, cuestionar cuanto se le comunica. El crédulo puede ser, en muchos casos, ignorante, aunque es de sorprender que de pronto encontramos gente de sectores económicamente favorecidos y hasta integrantes de una clase supuestamente intelectual que actúan como los más fervientes seguidores de ideas radicales y hasta contradictorias. ¿Por qué el crédulo cree? Puede ser, como lo señalamos hace un instante, por ignorancia, pero también puede ser por miedo y, lo peor, por conveniencia.

Finalmente me referiré brevemente al mentiroso, el elemento activo y generador de la mentira. Al igual que Hítler, debe ser seguro, seductor, simpático. Debe aludir a elementos que al público resultan familiares y que representan sus más profundas aspiraciones. El mentiroso debe tener talento, sangre fría, cinismo, haber nacido para ello. Y si no nació con la habilidad, prepararse y entrenarse. Y, hay que decirlo, la política tiene en muchos casos, buenos campos de entrenamiento.

En este año 2006, vivimos las elecciones presidenciales más apasionadas, participativas, ciudadanizadas y transparentes en toda la historia de México. Sin embargo, el candidato de una presunta izquierda ahora señala un fraude electoral de dimensiones y procedimientos similares a 1988 o hasta de la década de los setenta. Hay fraude simplemente porque él tenía la firme convicción que ganaría, y si no ganó, seguramente fue porque alguien hizo trampa. Porque lo que pasa en su ciudad capital, lo que pasa en el Zócalo, ocurre en todo México. Su pequeño círculo refleja –según él- la realidad nacional. Vemos también a una horda, pequeña pero muy ruidosa y económicamente poderosa (atención, no me refiero a que sean ricos, sino a que reciben grandes cantidades de dinero para realizar todos sus costosos actos de protesta), corear, con la euforia de integrantes de alguna secta religiosa, todo cuanto su candidato diga. Hoy su candidato dice “blanco” y mañana “negro” y la multitud explota en éxtasis sin ver las contradicciones, sin pedir pruebas, sin constatar hechos. El líder ha hablado y el líder nunca se equivoca. El candidato derrotado dice tener pruebas y advierte que el adversario temblará de miedo al verlas, pero las pruebas nunca llegan. “Me imagino cuántas ofertas de dinero y puestos en el gobierno deben estar recibiendo los magistrados del Tribunal Electoral para consumar el gran fraude”- dice el candidato y la tribu estalla en éxtasis:” ¡Corruptos!”, agraden a los magistrados y escupen sus rostros. ¡Ojo!, nunca dijo el candidato que le constaban estos actos de corrupción o que tuviera pruebas de ello. Con la sola suposición basta, con que el candidato lo imagine es suficiente. El candidato no sólo vomita verdad, es también clarividente. ¿Podemos imaginar un líder con mayor perfección que éste?

Los ciudadanos que hemos votado por otra fórmula no creemos que el candidato ganador sea el redentor de la patria. Confiamos en su propuesta de gobierno y estaremos vigilantes que administre a la nación lo mejor posible y sin corrupción. Supongo que si comete algún error o actúa malintencionadamente, los ciudadanos le reclamaremos y esperaremos que rectifique el rumbo. En cambio, los seguidores del candidato de la aún no definida izquierda mexicana realmente creen que él solo podrá cambiar a México; que si se equivoca no será por errores o malas intenciones propias, sino por complot y estrategias perversas de sus adversarios. Por eso la derrota duele tanto a su grupo, porque no perdió un candidato a las elecciones presidenciales, sino porque un verdadero Mesías combatiente de las fuerzas del mal fue despojado de la única oportunidad que tenía para salvar a nuestro país y llevarnos al paraíso de la “igualdad”. La derrota duele porque las promesas fueron muchas. La derrota duele porque las fantasías sonaron siempre más hermosas que la realidad.

Ahora la estrategia es aferrarse a una mentira tras otra. Hay que decirla insistentemente y con un tono de valentía, seguridad y asumiendo una actitud de Mesías flagelado. Cuando se acusa al adversario hay que mover la cabeza en señal de asentimiento y clavar la mirada en los seguidores para que el convencimiento se vaya reforzando. No tuvo colaboradores cercanos implicados en actos de corrupción, lo que pasó fue que se armó un complot en su contra; tan no conoce a estos colaboradores corruptos, que la esposa de uno de ellos es una diputada que acarrea a un importante sector de gente que acude y llena siempre los actos públicos; tan no los conoce, que la coordinadora de la construcción de los segundos pisos (sin ser ingeniera) y vocera en tiempos difíciles de él mismo y del partido, es la esposa de otro de los implicados en los video escándalos y estratega de la agitación universitaria desde sus más efebos tiempos; el candidato se rasga las vestiduras, le gira la cabeza y hasta expulsa vómito verde cuando le hablan de inversión privada en el sector energético, pero a nadie ofreció explicaciones en el momento que concesionó el “servicio” de grúas en el DF a particulares anónimos, los parquímetros de igual forma o se permite la discrecionalidad en la adjudicación de verificentros.

El candidato esgrime una compleja y creciente mentira bajo argumentos que suenan románticos. Aludiendo conceptos sesenteros seduce a sus hordas con palabras como “igualdad”, “los pobres primero”, “apoyos sociales”, “justicia para todos”, “valores nacionales”, y ataca a sus adversarios con términos como “espurio” (palabra por demás interesante porque para hacerla sonar hay que escupir un poco), “los de arriba”, “entreguistas”, “traidor a la democracia” e “innombrable”. Esta última, por cierto, alude al aparentemente odiado ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, aunque los más cercanos colaboradores del candidato, y en algunos casos hasta amigos entrañables, sean ex colaboradores directos del innombrable como Manuel Camacho Solís, Marjelo… perdón… Marcelo Ebrard, y se le unan hasta viejos enemigos como Arturo Núñez y el dino mayor, Manuel Bartlett.

El candidato “hitleriano” se contradice y rectifica, mete la pata y vuelve a rectificar. La red de mentiras es tan compleja que es probable que ni él mismo se acuerde de todo lo que ha dicho. El tronco ideológico no es la lucha por los pobres o la justicia en México. Es la pobreza y la injusta arbitrariedad lo que le dan vida y sustento. Por eso hay que mentir y seguir mintiendo. Aunque lo agarren con las manos en la masa debe negarlo todo. Su futuro político inmediato depende de ello. Hay que seguir con la fantasía, eso da buenos frutos. Para conservar lo que se tiene hay que seguir mintiendo… como miente la delincuencia.

HACER RADIO (Publicado en Ago 2004)

Siempre me ha gustado la expresión “Hacer Radio” porque implica una especie de alquimia o magia alrededor del oficio de la Radiodifusión. Si me preguntaran a qué me dedico y me he dedicado los últimos años, yo con gusto y orgullo diría que “hago radio”. Y es que hay una gran diferencia entre “trabajar en la radio” y “hacer radio”. Lo primeo tiene una implicación netamente laboral; la frialdad de desempeñar una actividad y recibir una remuneración económica por ello. Mientras que lo segundo ya se refiere a un oficio, a la pasión por hacer lo que nos gusta y seguir renovándonos en ello; significa que lo hacemos por la inevitable necesidad de comunicar, de mostrar, de denunciar, de innovar y de recibir a cambio la satisfacción de la misión cumplida.

La sensación de estar dentro de una cabina y frente al micrófono en un principio es intimidante, pero apenas uno ha superado el pánico escénico inicia la adicción. Creo que es por esta razón que muchos jóvenes hoy en día buscan la posibilidad de tener su propio programa de radio o participar en uno. Sin embargo, hay una gran distancia entre la verdadera radio y la actividad de hablar sin sentido, con altisonancias o haciendo a los demás padecer el ridículo. Muchos chavos de los medios tienen en su acervo lingüístico 50 palabras y con ello dibujan el mundo.

El oficio de hacer radio implica una gran preparación ¡vaya frase común y manoseada hasta el cansancio!. No obstante es verdad. Alguna vez preguntaba yo a mis alumnos de la materia de Radio cuál era el lienzo del comunicador radiofónico. Imaginen ustedes los rostros de signo de interrogación en ellos. Y yo seguía explicando que el pintor usa como lienzo un trozo de tela o papel. ¿Cuál sería el lienzo para el comunicador de la radio?. Bueno pues yo planteaba que era precisamente la mezcla entre el sonido y el tiempo lo que establece nuestro lienzo en el cual plasmaremos una gran obra. Los pinceles son las palabras y habrá que ejecutar las técnicas con maestría; pero nuestra gran paleta de colores la conforman las ideas.

Estos dos elementos, las ideas y las palabras, se alimentan de la experiencia del conocimiento. No puede llegar a nosotros una idea innovadora o un lenguaje claro sin haber antes un proceso de preparación. Por ello siempre he recomendado que los comunicadores, y especialmente los que hacemos radio, nunca dejemos de leer, estudiar y enterarnos de cualquier tema que se nos atraviese. No podemos darnos el gran lujo, sin pagar el precio, de andar en la vida siendo ignorantes voluntarios. Esa gente que prefiere no conocer y hablar sólo con los referentes que su imaginación o conclusiones domingueras les aportan, pueden manifestar hasta con orgullo: “esos temas me dan flojera” (por no emplear el femenino de huevo), “eso es aburrido”, “es demasiado complicado”, “eso no es cool”.

Por ello, estimado y paciente lector, deseo reflexionar sobre lo que implica hacer radio para quienes queremos estar en el medio o para quienes ya estamos y deseamos trascender. En primer lugar permíteme sugerirte un ejercicio interesante: procura hablar con gente que no corresponde a tu círculo cotidiano, es decir, platica con un médico, abogado, científico, deportista, músico, etcétera y haz el intento de mantener una conversación en el ámbito profesional de esa persona; o sea, habla de medicina, de derecho, de ciencia, de arte. Así podremos medir nuestra cultura general y enriquecerla. Esto nos servirá para nuestro oficio radiofónico ya que nuestra visión será mucho más amplia para abordar los temas y contenidos de las emisiones.

También es muy recomendable que permanezcamos en constante lectura. Esto es vital para potenciar nuestro lenguaje y nuestra forma de estructurar ideas. Cualquier lectura es útil: la novela, poesía, crónica, notas periodísticas, discursos políticos, humor, caló, manuales técnicos, opinión, ensayo. No importa qué leamos siempre y cuando leamos. Generemos un análisis sobre lo que entendimos de nuestra lectura y ejerzamos opinión sobre la misma.

Finalmente aconsejo nunca cerrar las puertas de nuestra mente a las nuevas ideas, a las que nos confrontan, a la que nos deleitan, a las que nos asustan, a las que nos molestan y a las que nos dan la razón. Es muy saludable mirar desde la perspectiva del otro y concederle la posibilidad de que tenga razón. No hablemos sin fundamentos, no nos opongamos o apoyemos aquello que desconocemos. Si piensas que la religión es absurda, para que tu opinión tenga validez, empieza por leerte la Biblia. Si consideras a la Comedia Musical una cursilería, comienza por “chutarte” Los Miserables o José el Soñador. Con esto quiero expresar que es importante tener acercamientos con las ideas sobre las que vamos a ejercer alguna opinión favorable o adversa. Hablar de lo que no conocemos es peligroso, y aunque seamos buenos “rolleros”, nuestra farsa caerá y se romperá en mil pedazos estrepitosamente en público.

Así, amigo lector, deseo con esto compartir algunas ideas sobre el oficio de hacer radio. No importa si somos o seremos presentadores de música, lectores de noticias, entrevistadores, moderadores de debates, etc. A lo que hagamos vale la pena imprimirle pasión y dedicarle un tiempo precioso para enriquecerlo. Que al final de cuentas los principales beneficiados serán nuestros escuchas y nosotros mismos.

Cualquier comentario, duda, reclamo o corrección a la presente columna envíenmelo a epiprod@yahoo.com

¿POR QUÉ FUNCIONA TAN MAL LA HUMANIDAD? (Publicado en Feb 2006)

“De Mitos y Mitotes”


El papá de Mafalda está en la mejor disposición de responder a su hija de 8 años en forma clara a sus preguntas. Sin embargo esta niña de caricatura llega con un bazucazo intelectual: “Papá ¿podrías decirme por qué funciona tan mal la humanidad? El afligido padre no tiene otra opción que esconder las narices en el regazo de su esposa mientras Mafalda pregunta en voz baja a su progenitora “¿Se ha dormido?”.

Y es que Quino, ese excelente caricaturista argentino, nos plantea una pregunta tan amplia que la respuesta puede llevarnos a varios caminos. O quizás, después de recorrer todos los caminos llegaremos a la conclusión de que no hay respuesta.

Son muchos los enfoques que los seres humanos hemos venido cultivando a través de la Historia con la finalidad de responder a preguntas temerarias cono la antes mencionada. Así creamos la Religión, la Filosofía, las Ciencias Exactas, la Sociología, la Psicología... en fin. Sin embargo, en este camino de la búsqueda de la verdad hemos también encontrado conocimientos maravillosos, cautivantes, que nos hacen descubrir poco a poco las leyes que mantienen en orden este sistema que se llama universo, vida, o realidad.

Científico y escritor, Carl Sagan afirmaba que no es necesario entrar en el pensamiento mágico para maravillarnos. No necesitamos crear duendes, fantasmas, monstruos de las nieves o extraterrestres para adentrarnos en ideas fascinantes. Basta con admirar los procesos de reproducción de las células de nuestro cuerpo, sus ciclos de vida; las historias sobre la formación de las estrellas y todos aquellos elementos inertes y vivos que tuvimos nuestro origen en ellas; los descubrimientos en biotecnología, en nanotecnología.

Sólo que Carl también invoca un obstáculo a vencer: la resistencia al cuestionamiento. Es decir, mientras que un conocimiento mágico es dogmático y no acepta preguntas o la posibilidad de dudar, el conocimiento científico se basa precisamente en la duda para llegar a los procesos de comprobación y así reafirmar o descartar alguna idea existente. Tal vez por esto existe en el pensamiento mágico la palabra “creer” como la relación que guarda la persona con su conocimiento. “¿Tú crees en los ovnis?” “¿Crees en los Troles?” “¿Crees en los fantasmas?”. Exactamente como si fuese un acto de fe. No imagino a una persona preguntándonos “¿Crees en la Ley de la Gravedad?” A un médico cuestionando “¿Crees en el proceso digestivo?” O a una matemático planteándonos “¿Crees que menos 2 más 2 es igual a cero?” “¿Crees que 2 más 2 son cinco?”. Por supuesto que si nos quedan dudas podemos de inmediato buscar la manera de comprobarlo y hasta le exigiríamos a nuestro interlocutor que fuera más claro y nos dejara satisfechos con la comprobación. Y si en dicha comprobación llegáramos a demostrar que 2 más 2 no son cinco sino cuatro, nadie nos calificaría de insensibles escépticos, de herejes numéricos o de haber tirado una sentida creencia matemática de la sociedad. Simplemente desechamos la idea falsa y punto.

Por el contrario, si llegáramos a pedir pruebas o dudar de las visitas de los extraterrestres, o de la posibilidad de que las marcas en los campos de trigo de Inglaterra sean obra de bromistas humanos (tan humanos que hacen bromas justamente), no sólo sería descartado nuestro planteamiento, sino que sería descartada nuestra calidad como opinantes y más aún seríamos descartados de la charla del todo.

Así, la humanidad es capaz hoy en día de generar tanto conocimiento como obras hermosas y al mismo tiempo de situaciones tan espantosas que nos llevan a pensar en la inminente destrucción de nuestra raza. “¿Por qué funciona tan mal la humanidad?” pregunta Mafalda y ante este cuestionamiento podríamos afirmar que esto se debe a que nuestro pensamiento nos lleva a mirar la misma cosa en perspectivas diferentes, según la forma en que fuimos educados como sociedad. El científico ve en el SIDA un conjunto de manifestaciones de un virus altamente destructivo alojado en el cuerpo humano; la Religión contempla con claridad un castigo de Dios impuesto a los hombres por su mal comportamiento como comunidad. El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York fue visto en las naciones occidentales como un acto terrorista que acabó con miles de vidas, un suceso que lamentar; mientras que el mismo hecho fue visto en países de Medio Oriente como un acto heroico que acabó con muchos seres de mal que afectaban a sus comunidades, un suceso para festejar.

Pareciera ser que el conocimiento científico posee una imparcialidad universal, no así su utilización. Sin embargo el conocimiento social, y más aún el mágico, están influenciados por una visión localista, impuesta y muchas veces milenaria. Por lo tanto, ninguno de estos conocimientos evoluciona al mismo ritmo. Uno se mueve rápidamente y otro con lentitud.

Vale la pena entonces preguntarnos qué hacemos con los grandes descubrimientos de la Humanidad si les aplicamos un código ético o moral. Qué camino tomar para llegar a una mejor convivencia, o al menos, a un mejor entendimiento de la perspectiva del otro, de la pluralidad. ¿Diferentes pensamientos pero mismos derechos? ¿Diferentes ritmos de desarrollo pero las mismas oportunidades? Tal vez para responderle a Mafalda con claridad debamos antes revisar en el interior de cada uno de nosotros.

Emilio Pineda

Bendito Pasado (Publicado en Sept 2005)

Hace algunos años conocí a un alcalde de un modesto municipio de Jalisco. El joven edil me relataba sus deseos de llegar a la Presidencia Municipal y desde ahí generar cambios de fondo para su municipio. Hizo una campaña exitosa que tuvo como final su elección al cargo. Cuando tomó posesión, fue descubriendo que en las arcas no quedaba dinero, que las patrullas estaban en calidad de chatarra y había algunas que ni motor tenían, había deudas por pagar a proveedores, en fin, un saqueo espantoso. Lo primero que se le ocurrió fue usar el poco dinero que quedaba para comprar pintura y poner al personal de obras a pintar postes de luz, banquetas, poner cal a los árboles y pintar fachadas de edificios públicos. "Por lo menos que la gente note que me puse a trabajar luego luego..." me comentaba.

No es desconocido por nadie que la primera sorpresa con la que se topa un nuevo gobernante es el saqueo y despilfarro de su antecesor. Sin embargo, pareciera que este vicio va aparejado con otro: la poca exigencia que como ciudadanos ejercemos sobre la autoridad para exigirle cuentas.

Hoy, que estrenamos una flamante democracia, que vivimos los tiempos del cambio, que los otrora opositores ahora tienen el poder en sus manos, pareciera que el pasado vuelve como santo salvador de las ineficiencias del gobernante en activo. Me explico con frases célebres pero poco creativas:

¿Corrupción? "Herencia de regímenes anteriores"

¿Lentitud e ineficiencia en los trámites? "Herencia de regímenes anteriores"

¿Leyes mal diseñadas? "Herencia de regímenes anteriores"

¿Pésimas políticas económicas? "Herencia de regímenes anteriores"

¿Rezago en viviendas o en empleos? "Herencia de regímenes anteriores"

Y así podría seguirme ad infinitum.

Sin embargo, si nos ponemos a reflexionar, el partido que encabeza al Gobierno Federal ya lleva casi dos años en el poder, y peor aún, el partido que ganó el Gobierno del Distrito Federal cumplirá ya 5 años conduciendo la capital. Sin embargo aún escuchamos las frases invocadoras de tiempos idos para justificar la falta de resultados en políticas públicas estratégicas. Y no es que niegue el deterioro que en muchos ámbitos legaron los pricolores, pero ya es importante, por el bien de todos, mirar más para adelante y plantear ya, ya, ya, políticas que realmente nos saquen del bache.

Es real que existe por lo menos una generación de mexicanos que, desde que nacimos, y hasta nuestros días, no hemos visto otra cosa que crisis recurrente e inagotable de nuestro país. Pero también es real que los partidos políticos no han hecho otra cosa que pelearse por cuestiones que lesionan sus intereses de grupo y dejan a la saga los temas trascendentales del país.

¿Cómo ahuyentar el fantasma del pasado y lograr mayor claridad para el futuro? Bueno, en primera no ver el pasado como depositario de todas las culpas y sí como el acervo de información negada así como la posibilidad de que, quienes han vivido impunes, paguen. Que hagamos leyes retroactivas sin que prescriban para funcionarios públicos que hayan permitido obras y servicios sin calidad; para quienes hayan permitido asentamientos irregulares, a cambio de dádivas, en zonas de riesgo; a gobernantes que hayan endeudado a las comunidades innecesariamente o que nunca hayan justificado el destino de esos recursos. También se puede lograr eliminando el fuero para legisladores y funcionarios, ya que permite la impunidad y el cinismo ante la imposibilidad de que se ejerza la ley sobre ellos. Buscando asimismo el acceso real, del de a deveras, a la información gubernamental para saber cómo se están usando nuestros impuestos tan altaneramente exigidos y tan tristemente pagados. Pero sobre todo con la conciencia y participación cada vez más activa de los ciudadanos. Sólo en nosotros y no en los gobernantes estará la posibilidad de cambiar realmente el rumbo.

Quitémonos ya esa manía muy nacional de echarle la culpa a otros de nuestras desgracias. Dejemos de ver la piedra que nos desvió el camino, vamos a agarrar fuerte el volante y vamos a componer el rumbo. El partido que duró en el poder más de 70 años, hoy en día aparece como el angelito salvador de quienes no pueden con el cargo y definitivamente resultan ineficientes. Cuidado señores del gobierno, porque durante el día acusan a sus demonios y en la noche les agradecen y hasta les rezan. Ojo, mucho ojo...

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¿No quiere usted ser Diputado? (publicado en Ago 2005)

En mis desvelados tiempos de estudiante, prácticamente desde la primaria, el maestro nos enseñaba que, según la Constitución, en México existían tres poderes que definían la labor del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Del Ejecutivo no me quedaban muchas dudas, ya que era claro que se refería al Presidente de la República como jefe de sus colaboradores, los secretarios de estado; del judicial sí llegué a pensar en esos sujetos, que después de dejar el garrote y la ropa de piel de tigre en casa, se ponen su placa, portan una pistola y se suben a su patrulla para ver qué importante delincuente se les va a escapar hoy y a qué precio... o a quién valdrá la pena secuestrar y luego hacerla de mediador... o ... mejor aquí le paro... No, en realidad el poder Judicial comprende el gran aparato de administración de justicia en nuestro país que incluye a los jueces, magistrados y también los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Del que aparentemente no tenía dudas tampoco era del Poder Legislativo... claro... se trataba de los diputados y senadores, pero, ¿qué cosa es o qué hace un diputado o un senador?. Según la definición más llana a la que pude tener acceso, el Poder Legislativo se encarga de eso, de legislar, es decir, de hacer las leyes y reglamentos que rigen nuestro diario andar como nación. Fue en ese descubrimiento cuando me llegó un gran asombro: Imagine usted amable y paciente lector, la responsabilidad tan grande que recae en un diputado o en un senador cuando decimos que su trabajo es fabricar las leyes de nuestro país. Imaginemos la formación académica que deben tener, su conocimiento en cuestiones de Derecho, en asuntos administrativos, en política internacional, en asuntos de ecología, topografía, características poblacionales del país, en temas académicos, en fin... un hombre con capacidad de crear una ley de medios de comunicación, por ejemplo, o de procedimientos fiscales, o el Código Penal vigente, realmente debería tener una formación académica y una experiencia formidable; además de que debería estar rodeado de asesores con los mejores niveles de conocimiento en cada área.

Así pues, actualmente reflexiono: cuando el célebre diputado y talentoso actor Salgado (del PRD), o el legislador Rigoberto (del PAN) hacen uso de su fuero (palabra perversa) para insultar a la autoridad, cuando se encuentran en pleno estado de ebriedad y luego lucen con orgullo la anécdota en los medios de comunicación una y otra vez; cuando observo los pleitos de cantina en plena tribuna de San Lázaro; cuando los mexicanos nos asombramos en ver cómo le meten el pie al ejecutivo en temas de trascendencia nacional, cuando cualquiera de nosotros podemos fácilmente deducir que el nivel de debate en las cámaras es comparable con los famosos talk shows que vemos en la tele, entonces quizás debamos pensar que los legisladores simplemente se están desestresando de su diario trabajar... se divierten.

Ellos, tocados por el dedo de Dios, poseedores de sabiduría infinita, visionarios excepcionales, hombres integérrimos (esta palabra me la enseñó Monsiváis), seguramente tienen un bajo nivel de debate para que los simples mortales, los que vivimos expulsados del Monte Olimpo de San Lázaro, podamos entender al menos un poco de su trascendente labor.

Pero para aportar un poco más a este enredijo de ideas vertidos sobre usted, mi sufrido lector, quiero compartir algo que me comentó un profesor brillante en la licenciatura de Derecho: los requisitos en la Constitución, que se piden para ser diputado o senador, en general, son: ser mexicano de nacimiento, haber residido en nuestro país algún periodo considerable antes de la elección, y no haber desempeñado algún otro cargo público un cierto tiempo antes de los comicios. ¿Y la formación profesional o las capacidades para el cargo? Bueno, no se piden porque -según la interpretación- se estaría excluyendo a algunos mexicanos que no tienen formación escolar y se les coartaría su derecho a ser representantes.

Es decir, que si yo me acerco más a la línea del desempleo y quisiera pedir chamba en un restaurante como mesero, cocinero o pinche (no, no es mala palabra), al menos me pedirán como requisitos mínimos la preparatoria y ciertas referencias. En otras palabras, le exigen más bases a un aspirante a pinche que a un aspirante a diputado. Pienso que por ello actualmente tenemos muchos p... diputados (perdón por la altisonancia).

Creo que sólo por experimentar, por ejercer un poco de dignidad o sólo por ver qué pasaría, valdría la pena que los mexicanos nos planteáramos el ejercicio de pensar qué características debería tener un aspirante a legislador, quiénes son los idóneos, los trabajadores y los conocedores que marcarán las reglas del juego en México. Si esto deriva en una reforma a la Constitución ¡Bienvenida sea! Los beneficios serían mayores para las mexicanas y los mexicanos, chiquillas y chiquillos, compatriotas y compatriotos.

Cierro el comentario con una pregunta querido lector: ¿Usted dejaría en manos de Félix Salgado a sus hijos? Sólo que vaya a recogerlos a una fiesta de fin de semana, por ejemplo. ¿Usted, lector empresario, lo contrataría para un puesto de supervisión o control de calidad? ¿Lo invitaría a su fiesta de cumpleaños? Entonces me pregunto: ¿por qué demonios le damos a gente así el poder de manejar a su antojo el rumbo de una nación entera? Esta noche, con estas preguntas, creo yo, no duermo. ¡Salud y que sirvan las otras!

Cualquier comentario o reclamo sobre esta columna, favor de mandarme un email con currículum (tampoco es mala palabra) y copias de sus diplomas al epiprod@yahoo.com

Descubrimientos (publicado en julio de 2004)

Hace algunos días me encontré en un diario de circulación nacional una declaración del Procurador capitalino Bernardo Bátiz quien señalaba, palabras más, palabras menos: Los policías que no cumplan con sus funciones deberán ser castigados, ya que ellos son los encargados de velar por nuestra seguridad... Debo admitir que tras esta lúcida y brillantísima afirmación (merecedora de una nota periodística) lo primero que me llegó a la mente fue “¡descubrió el agua tibia!”. Definitivamente mi indignación de que un funcionario se regocije en tan impresionante obviedad fue grande. Sin embargo, poco tiempo después me llegó la idea tranquilizadora de que al menos el Procurador ya se enteró para qué sirven los cuerpos de seguridad y tal vez ahora sí pueda animarse a quitarse el miedo y entrar a su oficina para saber qué contienen los expedientes dejados en su escritorio. O sea, que ya entendió pa’ qué es la silla.

Es interesante darnos cuenta que las autoridades del Distrito Federal solucionan mejor los problemas de la ciudad mientras están en campaña, ya que cuando llegan a ocupar sus puestos pierden la dimensión. Cuando están en campaña critican fuertemente al partido gobernante, saben dónde están las tranzas y ubican bien a los culpables; cuando ellos mismos se convierten en gobierno carecen de información, no pueden opinar, esperan el veredicto, etc. O como diría el candidato que ha perdido con todo éxito las campañas presidenciales, don Cuauhtémoc Cárdenas “yo no estaba informado de eso...”. Lo que sí me parece realmente ofensivo es que estas autoridades democráticas, que buscan manipular “Primero a los Pobres” nos traten a los ciudadanos como ignorantes o tontos. “La ciudadanía está mal informada, los medios de comunicación manipulan a la ciudadanía, las estadísticas de inseguridad están bajando, los delitos son menos cada día”... ¿Quién no ha escuchado estas encantadoras y humildes afirmaciones de nuestros amarillos gobernantes?. El que es víctima de un asalto o violación miente, la verdad la tienen los informes contenidos en las computadoras gubernamentales.

Es curioso observar que las consultas telefónicas aplicadas a la ciudadanía han obedecido a decisiones, o que no corresponden a los ciudadanos, o que buscan legitimar una determinación autoritaria. ¿Por qué no han consultado sobre el índice de inseguridad, el desempeño de los funcionarios públicos, las marchas de sus amigos “cegeacheros”, los costos de la Verificación Vehicular y otros detalles más? Imagino, si el Jefe de Gobierno fuera cirujano, que haría una consulta para determinar si su paciente con apéndice purulento y peligro de peritonitis deba ser: a)Apapachado para que no se sienta mal y medicado con Aspirinitas, b)Cortado su lindo abdomencito con un bisturí para extraer la pus y el apéndice. Total que si la gente (sin tener conocimientos médicos) vota por la opción “a” él no tendría la culpa y no tendría que arriesgarse a demostrar que, quizás, no hubiera podido operarlo correctamente. La declaración final “Murió. Pero nosotros obedecimos el mandato popular. Murió, pero nació la democracia... ultimadamente ustedes qué saben.”

Si ustedes me lo permiten, me gustaría sugerir al Gobierno del Distrito Federal algunas consultas telefónicas para hacernos todos una idea interesante de dónde estamos parados (sí, sí, ya sé, que sobre los mantos acuíferos desgastados por tanta extracción y mismos que deberemos rellenar con la macro jeringa de López Obrador):

1. ¿Cree usted que los asaltos en la Ciudad de México son producto de la inseguridad o de los medios de comunicación mal intencionados? Por lo tanto: ¿los asaltantes son delincuentes o reporteros que construyen su noticia? 2.¿Quién desea usted que construya la macro jeringa para inyectar agua a los mantos acuíferos de la ciudad: La Farmacia París o el Doctor Simi? 3.¿Le preocupa a usted que el Jefe de Gobierno se levante tan temprano? 4.¿Qué será más fácil: que a López Obrador se le quite el acento o que loj chilangoj lo empejemos a adoctar? ¡Ay, perdón, ejpero me dijculpem! 5.¿Quién desea usted que decore el segundo piso del Viaducto: los trajineros de Xochimilco o los grafiteros del CGH?

Sólo quiero hacer una reflexión: el único freno a la impunidad, la ineptitud y la prepotencia es la participación ciudadana. Usted, estimado lector, y yo, humilde criticón, tenemos en las manos la verdadera solución a los problemas que nos aquejan. Sólo hay que aplicar generosidad, solidaridad y eliminar el interés particular en asuntos de comunidad.

Aplaudo con entusiasmo que el Procurador Bátiz descubra que los cuerpos policíacos están para cuidar a la ciudadanía, celebro que lo haya logrado sin una consulta telefónica. Ahora hace falta que encuentre de qué manera se pueden coordinar las fuerzas de seguridad, los Ministerios Públicos y los Tribunales para que el delincuente no salga libre como héroe y para que la víctima no sea vejada una vez más por la burocracia. Espero con fervor que no vaya a pensar que el Estado de Derecho es una entidad federativa de nuestro país o que los Imecas son dignos representantes de nuestra cultura prehispánica.

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