martes, 16 de enero de 2007

Como Miente la Delincuencia (Publicado en Sept de 2006)

Por Emilio Pineda

Llegaron finalmente las fiestas patrias y todos los temores sobre cómo serían las celebraciones en la ciudad de México, especialmente el Grito de Independencia y el Desfile Militar, se disiparon. Todavía hoy me pregunto si ha valido la pena tanta tensión sobre cómo se enfrentarían el presidente Fox y el candidato perdedor de las pasadas elecciones presidenciales Andrés Manuel López Obrador; todavía hoy me sorprenden los comentarios de algunos comunicadores que señalaban que el presidente estaba en una actitud terca y provocadora al pretender dar el Grito en el Zócalo del Distrito Federal. ¿Qué acaso no tenía que ser así? ¿La terquedad radica en el presidente, cuando la tradición de décadas ha señalado que él es quien encabeza las fiestas de la Independencia? ¿Dónde está la terquedad y la provocación? ¿En quien por ley reside el Poder Ejecutivo y lleva la titularidad de los actos públicos y de gobierno, o en quien dice ser ganador (sin pruebas) de unas elecciones presidenciales, que ha violentado la ley a su antojo y que ahora ha sido nombrado, democráticamente (por sus cuates), presidente legítimo (sic) de México?

Revisemos brevemente un contexto: para muchos de nosotros es muy natural ver que en las noticias de la televisión, de pronto se da alguna nota que habla de un asalto y que los delincuentes han sido atrapados in-fraganti, o sea, con las manos en la masa. Da indignación ver cómo estos sujetos, en el momento que son enfrentados por el reportero, adoptan una actitud dócil y siempre afirman: “no, pues no sé por qué me agarraron… yo nada más iba pasando… yo tengo mi trabajo… yo a esos ni los conozco… nada más estaba viendo y ‘ora dicen que yo fui…” Para nadie es un secreto que un buen abogado, o sujeto con título y dientes muy afilados, aconseja a sus clientes no aceptar ningún cargo y aferrarse a una mentira: yo no fui, yo no fui, y mil veces yo no fui. A sabiendas que la víctima pasa verdaderas penurias en la denuncia del delito, y queda finalmente expuesta a las represalias del agresor, prefiere en muchos casos no meterse en más líos y declina su derecho a acusar. Estos actos arrojan esa triste cifra de 80, 85 ó 90 por ciento de delitos sin castigo. El delincuente lo sabe, el “abogado” lo sabe y por ello es mejor mentir, fingir que nada tenía que ver con los delitos que se imputan y al mentir, mentir, mentir, las pruebas nunca llegan y el sujeto regresa a las calles.

La mentira ha sido tan efectiva, que ya el multicitado propagandista de Hítler, durante la Segunda Guerra Mundial, apelaba al principio que afirma: “una mentira mil veces repetida acaba convirtiéndose en verdad”. Por eso Hítler anunciaba las múltiples victorias del ejército nazi hacia el final de la guerra, porque el pueblo alemán nunca se enteraría de que no les estaba yendo nada bien. ¿Cómo afianzar la mentira? Acercando elementos aparentemente irrefutables. En este caso se presentaba a la sociedad alemana las fotografías de un ejército combatiente y triunfante, aunque no correspondieran a la fecha y al lugar que se le atribuían. Al fin y al cabo nadie iría a averiguar, nadie podría constatar los hechos. Hablando de fotografías ¿has visto, querido lector, las fotos “irrefutables” de OVNIS sobrevolando nuestros cielos, o de fantasmas merodeando nuestras casas y panteones? Lo peor de las mentiras –diría el cantautor español, Joaquín Sabina- es que no parecen mentiras. El delincuente miente de una forma muy convincente, y del mismo modo, de pronto, nos venden medicamentos milagro o hasta modelos de nación milagro.

La mentira debe ir acompañada de un elemento inseparable: el crédulo que tiene fe en lo que se le dice y no se atreve, ni tiene deseos, ni siquiera se le ocurre, cuestionar cuanto se le comunica. El crédulo puede ser, en muchos casos, ignorante, aunque es de sorprender que de pronto encontramos gente de sectores económicamente favorecidos y hasta integrantes de una clase supuestamente intelectual que actúan como los más fervientes seguidores de ideas radicales y hasta contradictorias. ¿Por qué el crédulo cree? Puede ser, como lo señalamos hace un instante, por ignorancia, pero también puede ser por miedo y, lo peor, por conveniencia.

Finalmente me referiré brevemente al mentiroso, el elemento activo y generador de la mentira. Al igual que Hítler, debe ser seguro, seductor, simpático. Debe aludir a elementos que al público resultan familiares y que representan sus más profundas aspiraciones. El mentiroso debe tener talento, sangre fría, cinismo, haber nacido para ello. Y si no nació con la habilidad, prepararse y entrenarse. Y, hay que decirlo, la política tiene en muchos casos, buenos campos de entrenamiento.

En este año 2006, vivimos las elecciones presidenciales más apasionadas, participativas, ciudadanizadas y transparentes en toda la historia de México. Sin embargo, el candidato de una presunta izquierda ahora señala un fraude electoral de dimensiones y procedimientos similares a 1988 o hasta de la década de los setenta. Hay fraude simplemente porque él tenía la firme convicción que ganaría, y si no ganó, seguramente fue porque alguien hizo trampa. Porque lo que pasa en su ciudad capital, lo que pasa en el Zócalo, ocurre en todo México. Su pequeño círculo refleja –según él- la realidad nacional. Vemos también a una horda, pequeña pero muy ruidosa y económicamente poderosa (atención, no me refiero a que sean ricos, sino a que reciben grandes cantidades de dinero para realizar todos sus costosos actos de protesta), corear, con la euforia de integrantes de alguna secta religiosa, todo cuanto su candidato diga. Hoy su candidato dice “blanco” y mañana “negro” y la multitud explota en éxtasis sin ver las contradicciones, sin pedir pruebas, sin constatar hechos. El líder ha hablado y el líder nunca se equivoca. El candidato derrotado dice tener pruebas y advierte que el adversario temblará de miedo al verlas, pero las pruebas nunca llegan. “Me imagino cuántas ofertas de dinero y puestos en el gobierno deben estar recibiendo los magistrados del Tribunal Electoral para consumar el gran fraude”- dice el candidato y la tribu estalla en éxtasis:” ¡Corruptos!”, agraden a los magistrados y escupen sus rostros. ¡Ojo!, nunca dijo el candidato que le constaban estos actos de corrupción o que tuviera pruebas de ello. Con la sola suposición basta, con que el candidato lo imagine es suficiente. El candidato no sólo vomita verdad, es también clarividente. ¿Podemos imaginar un líder con mayor perfección que éste?

Los ciudadanos que hemos votado por otra fórmula no creemos que el candidato ganador sea el redentor de la patria. Confiamos en su propuesta de gobierno y estaremos vigilantes que administre a la nación lo mejor posible y sin corrupción. Supongo que si comete algún error o actúa malintencionadamente, los ciudadanos le reclamaremos y esperaremos que rectifique el rumbo. En cambio, los seguidores del candidato de la aún no definida izquierda mexicana realmente creen que él solo podrá cambiar a México; que si se equivoca no será por errores o malas intenciones propias, sino por complot y estrategias perversas de sus adversarios. Por eso la derrota duele tanto a su grupo, porque no perdió un candidato a las elecciones presidenciales, sino porque un verdadero Mesías combatiente de las fuerzas del mal fue despojado de la única oportunidad que tenía para salvar a nuestro país y llevarnos al paraíso de la “igualdad”. La derrota duele porque las promesas fueron muchas. La derrota duele porque las fantasías sonaron siempre más hermosas que la realidad.

Ahora la estrategia es aferrarse a una mentira tras otra. Hay que decirla insistentemente y con un tono de valentía, seguridad y asumiendo una actitud de Mesías flagelado. Cuando se acusa al adversario hay que mover la cabeza en señal de asentimiento y clavar la mirada en los seguidores para que el convencimiento se vaya reforzando. No tuvo colaboradores cercanos implicados en actos de corrupción, lo que pasó fue que se armó un complot en su contra; tan no conoce a estos colaboradores corruptos, que la esposa de uno de ellos es una diputada que acarrea a un importante sector de gente que acude y llena siempre los actos públicos; tan no los conoce, que la coordinadora de la construcción de los segundos pisos (sin ser ingeniera) y vocera en tiempos difíciles de él mismo y del partido, es la esposa de otro de los implicados en los video escándalos y estratega de la agitación universitaria desde sus más efebos tiempos; el candidato se rasga las vestiduras, le gira la cabeza y hasta expulsa vómito verde cuando le hablan de inversión privada en el sector energético, pero a nadie ofreció explicaciones en el momento que concesionó el “servicio” de grúas en el DF a particulares anónimos, los parquímetros de igual forma o se permite la discrecionalidad en la adjudicación de verificentros.

El candidato esgrime una compleja y creciente mentira bajo argumentos que suenan románticos. Aludiendo conceptos sesenteros seduce a sus hordas con palabras como “igualdad”, “los pobres primero”, “apoyos sociales”, “justicia para todos”, “valores nacionales”, y ataca a sus adversarios con términos como “espurio” (palabra por demás interesante porque para hacerla sonar hay que escupir un poco), “los de arriba”, “entreguistas”, “traidor a la democracia” e “innombrable”. Esta última, por cierto, alude al aparentemente odiado ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, aunque los más cercanos colaboradores del candidato, y en algunos casos hasta amigos entrañables, sean ex colaboradores directos del innombrable como Manuel Camacho Solís, Marjelo… perdón… Marcelo Ebrard, y se le unan hasta viejos enemigos como Arturo Núñez y el dino mayor, Manuel Bartlett.

El candidato “hitleriano” se contradice y rectifica, mete la pata y vuelve a rectificar. La red de mentiras es tan compleja que es probable que ni él mismo se acuerde de todo lo que ha dicho. El tronco ideológico no es la lucha por los pobres o la justicia en México. Es la pobreza y la injusta arbitrariedad lo que le dan vida y sustento. Por eso hay que mentir y seguir mintiendo. Aunque lo agarren con las manos en la masa debe negarlo todo. Su futuro político inmediato depende de ello. Hay que seguir con la fantasía, eso da buenos frutos. Para conservar lo que se tiene hay que seguir mintiendo… como miente la delincuencia.

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